Un cuento de metro. Aún en estos tiempos tan congestionados que se viven en el transporte subterráneo capitalino, de vez en cuando hay ratos en los que uno se puede sentar en las sillas de los vagones… Hoy no fue mi turno.
El individuo “Y” en cuestión fue uno de los primeros en entrar al vagón, tranquilamente seleccionó una de las sillas, no habían señoras embarazadas, no habían personas de la tercera edad, no había ninguna persona discapacitada, así que todo estaba bien.
De repente entró una joven “X”, agraciadita, muy linda ella, parecía ser amiga de hace años del individuo “Y”. –“¡Fulanito!”… “¡Zutanita!, ¿Cómo estás?”… el besito, el abrazo y tal y la cosa… pero algo me extrañó…
El individuo “Y” no se levantó nunca para nada… ni al saludarla, no tuvo el gesto de cederle el puesto y que por lo menos la chama lo aceptara o negara, la chama se quedó allí, parada… no sé… a mi me pareció un tanto incómodo… por eso digo… ¿será que me estoy volviendo viejo?, ¿serán tonterías mías?… no sé… yo siempre le he dado valor a esos detalles, a esas “tonterías”… En fin, cada mente es un mundo…
Nos estamos leyendo…
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